Cortijo alto de Peña Omar

Texto y fotografías de Ramón Bujalance

Revista Tambriz • nº 8

A mediados de 1800, Víctor de Prado Barrio se casa con María Padillo Campaña, que a pesar de quedarse viuda muy joven, incrementa el patrimonio familiar. De ahí viene la finca Peña Omar, en principio, casita cerca de Baena, utilizada para merendar. Con el paso del tiempo, la carretera divide la huerta y el cortijo, todo bajo el mismo nombre. El cultivo de la vid fue el principal en estas tierras, ya que procedentes de Camprovín (La Rioja) se dedicaron al vino, teniendo una importante bodega que llegó a ser premiada en dos ocasiones: 1888 en una feria de muestras en Barcelona y posteriormente en París. A principios de siglo, se cambia por olivar y Peña Omar llega, por herencia, a manos de Antonia de Prado Padillo, viuda de Felipe Núñez. A posteriori, Peña Omar recae, por herencia, en Mercedes Martínez de Anguita, esposa de Salvador de Prado Santaella, quien mejora y amplia su extensión. El nombre del paraje viene por unas pedrizas que se encuentran en la finca desde donde, dice la leyenda, el moro Omar intentó el asedio de Baena. Es un orgullo que hoy, en manos de Mercedes de Prado Martínez de Anguita, el cortijo haya pasado de generación en generación, siempre a manos de una mujer.

Reportaje completo en el nº 8 de la Revista Tambriz