Texto por Ramón Bujalance Ilustración por Teresa Castro Robledo
Revista Tambriz • nº 4
Jueves Santo por la tarde. Bullicio. Un enjambre multicromático comienza a desfilar ante la mirada atenta de la muchedumbre que se concentran en las calles. Si no fuese porque estamos en Baena, cualquiera podría pensar que se encuentra en medio de la selva australiana, avistando cientos de Diamantes de Gould –aves exóticas y coloridas– que no dejan indiferente a nadie. Sus tonalidades vivas llaman la atención de quienes observan, incluso con recelo, tan pura belleza.
Y es que, cuando pisas las calles de la localidad cordobesa, en plena semana de pasión, es imposible no alzar la vista a uno de los elementos que conforman el traje de judío. Un casco de metal dorado labrado, tipo coracero con celada, que puede bajarse cubriendo la cara, y que remata un plumero de diversas tonalidades, que bailan con sutileza y suavidad al ritmo del paso de los portadores. Cientos de plumas de oca coloreadas acaparan las miradas, que contemplan el vaivén casi hipnotizante de los plumeros que tradicionalmente han sido monocromáticos –o amarillo, o negro o rojo–, aunque en los últimos tiempos han pasado a ser bicolores saliéndose de las tonalidades clásicas.