Texto y fotografía de José Manuel Cano de Mauvesín

Revista Tambriz • nº 5 

Las crisis de subsistencia que condicionaron la evolución demográfica de Baena en el siglo XVII parecían remitir, al menos temporalmente, con la llegada de la siguiente centuria. La tendencia alcista en el número de habitantes aparece constatada en el padrón de 1708, que además de este dato nos revela otros muchos acerca de los vecinos de la Villa y pone de manifiesto la eclosión de nuevos barrios frente al despoblamiento acelerado de
otros. De este modo nos encontramos como en la división por parroquias o collaciones, la de la Magdalena aparece ya agregada a la del Salvador mientras que la de Santiago ni siquiera se menciona.

Por su parte, la feligresía de San Bartolomé ha experimentado un auge tan notable que a pesar de haberse desdoblado incluso en la de Santa Catalina a finales del siglo XVI, seguía siendo la de mayor importancia, aventajando claramente a la de Santa María la Mayor, cuyos límites se
circunscribían al barrio de la Almedina, el de mayor raigambre de la población pero también uno de los próximos en sufrir su declive y abandono.
Las calles principales no serán ya las del viejo recinto amurallado en la cúspide del cerro, a pesar de que gran parte de los hijosdalgos baenenses seguían manteniendo allí sus casas solariegas. Los edificios de mayor relevancia, tanto de carácter civil como religioso, se irán situando progresivamente en la ladera Norte de la Villa y con ellos el comercio, que se establecerá con mayor preferencia en la demarcación parroquial de San Bartolomé. Calles como Llana o Mesones (nombre que delata los que allí existieron cuando era una zona periurbana), se habían convertido ahora en algunas de las preferidas por familias de abolengo, contabilizándose en esta última hasta once domicilios relevantes según consta en el padrón mencionado anteriormente.

Artículo completo en el nº5 de la Revista Tambriz