Texto de José Manuel Cano De Mauvesín
Fotografía de R. Bujalance

Revista Tambriz • nº 3 

La existencia de lugares de enterramiento es innata a la propia existencia del hombre y desde la más remota antigüedad las necrópolis han sido, como su propio nombre indica, verdaderas ciudades de los muertos que incluso hoy día siguen sorprendiendo en muchos casos por su magnificencia artística.

Baena cuenta con testimonios arqueológicos relacionados con la muerte al me- nos desde el siglo VI a.C. Tal es el caso de la leona íbera que se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional, las que lo hacen en el Histórico Municipal de la Casa de la Tercia y los propios descubrimientos que se han dado en los distintos yacimientos del término, muy especialmente en Torreparedones, donde en el siglo XIX se documentó el conocido como mausoleo de los Pompeyos y en fechas muy recientes se ha excavado la necrópolis existente junto al Centro de Interpretación de la ciudad íbero-romana.

Fue también en la centuria del 1800 cuando las obras públicas llevadas a cabo en el acceso a Baena a la altura del cerro de la Antigua pusieron al descubierto una serie de estructuras  correspondientes a un asentamiento musulmán en el que junto a las cimentaciones de una torre aparecieron también distintas tumbas. No se han encontrado en la cúspide de la Al-medina donde hay un hábitat ininterrumpido al menos desde el siglo IX y aunque se ha especulado con la posible existencia de una necrópolis judía en el entorno del antiguo barrio del Corralaz, es algo que tampoco cuenta con ninguna evidencia.

Artículo completo en el nº 3 de la Revista Tambriz