Texto por Tania Abril Ilustración por Teresa Castro Robledo
Revista Tambriz • nº 3
Domingo por la tarde, alrededor de la mesa amigos y familia intercambian agradables conversaciones auspiciadas por el dulce aroma del café que con un silbido ha anunciado su llegada, mientras los abuelos han cruzado el vano de la puerta con una bandeja de pasteles que se hace con el protagonismo del momento. Papá trae las tazas, y tras el ritual de servir el moka; la abuela ha desembalado la bandeja de pasteles; el resto han buscado entre el surtido su preferido para ser el primero en cazarlo en cuanto se abra la veda del hojaldre, la nata y la crema.
Una fiesta que se repite cada vez que hay algo que celebrar, un festivo, un encuentro de amigos o una visita a un enfermo deseándole que mejore… algo que viene de lejos, los antiguos griegos celebraban los nacimientos con pasteles. Así, generación tras generación las combinaciones de harina y salsa [pasté –la etimología de la palabra deriva del griego] se han sentado a la mesa para alegrar, un poco más, la ocasión. Lo cierto, es que los primeros registros de recetas dulces se remonta hasta siete mil años atrás en Mesopotamia y el antiguo Egipto, dónde se preparaban panes de miel redondos espolvoreados con ajonjolí.