Texto de Marta Baena Ilustración de Daniel Castiñéiras
Revista Tambriz • nº 8
Si hay un sonido que se pueda identificar como banda sonora de Baena ese es el que sale de sus tambores. Los roncos y los chillones, como popularmente se les conoce aquí, alternan su percusión por las calles de este municipio cordobés que ve en el tambor algo más que un instrumento musical; su forma de expresarse y de sentir una de las fiestas más importantes que aquí se celebra, la Semana Santa. Es tal el fervor de los baenenses por el tambor que en el 2018 la localidad consiguió que fuera declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, dando así reconocimiento y poniendo en valor a una tradición tan arraigada en Córdoba.
Para adentrarnos en este mundo de maderas, pieles, aros, parches y chillones, Tambriz bucea en los entresijos del proceso de producción de un instrumento que se elabora artesanalmente en el pueblo, de principio a fin. Y para que nos cuente la andadura del tambor en Baena nadie mejor que Antonio Piernagorda, propietario de Baena Sonido, un hombre ligado a este campo desde que nació. “En 1943 fue el primer año que mis padres me vistieron de judío y haciendo tambores llevo desde 1974”.